sábado, 6 de enero de 2007

Sobre los Reyes Magos

Una vez que te dicen que los Reyes Magos son los padres, se pierde toda la ilusión y lo único que importa es que te compren el juguete de turno, la colonia que huele tan bien, o que te suelten pelas para comprar ropa.

La chica de los cofres, me dijo que en su casa es todo muy diferente. Ellos juegan al amigo invisible! Original, verdad? Con esto consiguen divertirse un poco, pero sobretodo no pierden la ilusión. Las artimañas que tienen que hacer para que nadie sepa quien regala a quien es de lo más complejo, así que dejo que lo cuente ella en otro momento.

Este año he querido hacer lo mismo, pero no con mi familia (eso sí que sería complejo), sino con todos vosotros. El regalo os lo voy a hacer yo, así que la idea de amigo invisible pierde fuerza, sin embargo el regalo únicamente va dirigido a una persona en concreto. Para esa persona, el regalo cobrará un significado importante. El reto es descubrir si tú eres esa persona o no.

Aquí va el regalo:


1 comentario:

Anónimo dijo...

El puzzle del mundo

Un científico que vivía preocupado por los problemas del mundo, estaba decidido a encontrar las respuestas necesarias para solucionarlos. Por eso, pasaba día tras día en el estudio de su casa en busca de respuestas para sus dudas.
Una tarde, su hijo de cinco años entró en el estudio con la intención de ayudarle a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro sitio. Pero después de comprobar que no le hacía ni caso, pensó en algo que pudiese distraer su atención.
¡Perfecto! Encontró una revista y vio que en una de sus páginas había un mapa del mundo...¡justo lo que necesitaba! Arranco la hoja, recortó el mapa en muchos trozos y, junto con un rollo de celo, se lo dio a su hijo diciendo: “Mira hijo, como te gustan tanto los puzzles, te voy a dar el mundo en trocitos para que lo arregles sin ayuda de nadie”.
Así, el padre quedó satisfecho y el niño también. El padre porque pensó que el niño tardaría más de una hora en hacerlo. El niño porque creyó que estaba ayudando a su padre. Pero después de unos minutos el niño exclamó: “Papá, ya!”. El padre, en un primer momento, no dio crédito a las palabras del niño. Era imposible que, a su edad, hubiera conseguido recomponer un mapa que nunca había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista del libro que leía, convencido de que vería resultado desastroso propio de un niño de cinco años. Pero, para su sorpresa, comprobó que el mapa estaba perfectamente reconstruido: cada trocito había sido colocado y pegado en el lugar correspondiente.
Sin salir de su asombro y mirando fijamente el mapa, le dijo al niño: “Hijo, si tu no sabías cómo era el mundo, ¿Cómo has podido hacerlo?” “¡Muy fácil papá!” – contestó el niño-, cuando arrancaste la hoja de la revista vi que por el otro lado había un hombre. Di la vuelta a los trocitos que me diste y me puse a hacer el puzzle del hombre, que sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar el hombre di la vuelta a la hoja y vi que había arreglado el mundo...”